25 junio 2009

Sky Saxon (1946-2009.)

Sky Saxon ha muerto. Larga vida al Rey.

En uno de los días media más extraños, se ha confirmado que Saxon, frontman de The Seeds, la banda "prototípica" de garage, ha muerto. No se necesita decir mucho más. Todos conocemos ese rasposo y cojonudo sonido y vaya que lo hemos disfrutado.

Saxon formó The Seeds en Los Ángeles en 1965, un nombre más que adecuado para una banda seminal, junto a Jan Savage (guitarra), Daryl Hooper (teclados) y Rick Andridge (batería). Ficharon con GNP Crescendo y lanzaron un par de singles que harían historia, dos de los singles debut más emocionantes de todos los tiempos: Pushin' Too Hard y Can't Seem To Make You Mine.

En 1966, vaya año, lanzaron sus álbumes The Seeds y A Web of Sound, dos favoritos de cualquier fan del garage. Más psicodélico fue Future de 1967 y un año después lanzaron un gran disco en vivo que comprobaba que eran un verdadero incendio en los escenarios: Raw & Alive, In Concert at Merlin's Music Box. En 1970 la banda se separó, aunque un año antes aún se lanzó A Full Spoon of Seedy Blues, aunque bajo el nombre de Sky Saxon Blues Band.


Tras los vertigionosos años 60, Sky Saxon se unió a la Source Family, una comuna religiosa fundada por Jim Baker, autonombrado Ya Ho Wha. En esta nueva vida espiritual Saxon se cambió el nombre a Sunlight. No dejó la música de lado, formando siempre bandas nuevas y oscuras, aunque enfocadas en el culto que había dado sentido a su vida, e incluso una agrupación se llamó YaHoWa 13.

En las siguientes décadas se le perdió un poco la pista, pero encontró un poco de estabilidad y se casó. En la década de 2000, reformó a The Seeds y se fue de gira. Sus discos no han dejado de reeditarse y viejas grabaciones inéditas han sido revisadas y reeditadas. Desde el garage revival su música fue revalorada y se convirtió en referente obligado de todo fan de la música de los 60. Y, por supuesto, de todo melómano que se precie de serlo.

Larga vida a Sky Saxon. Los motivos de su muerte aún no se han confirmado, aunque estaba internado desde el lunes 22 de junio.


También debemos hacer un homenaje a Michael Jackson, con mucho respeto, pero todos los medios hablarán de él. Por eso decimos: un día que pasará a la historia. 25 de junio. Desafortunadamente (¿o afortunadamente?) ni CNN ni los periódicos se enterarán de los tributos a Sky Saxon. Quien, por cierto, ya suena a todo volumen en la tornamesa.

21 junio 2009

'Roman' por Polanski.

"Mi generación reaccionó contra el clima estalinista de la única manera que pudo. Escuchábamos la Voz de América y la Cadena de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, con su constante emisión de música de jazz, y exhibíamos provocadores atuendos. Oficialmente se nos designaba con el nombre de "gamberros." Los ciudadanos serios de Cracovia nos llamaban dzolerzy o bazanty ("faisanes"), y ser un faisán nos exigía andar siempre buscando cosas en los mercados callejeros de viejo... y gastar también mucho dinero.

"Los zapatos revestían una importancia fundamental. Los más codiciados no tenían puntera y los más corrientes eran de cuero negro, si bien los de ante azul aún se apreciaban más. Los pantalones muy ajustados al tobillo se complementaban con unas largas chaquetas a cuadros escoceces o de pana, con los hombros muy marcados. Los cuellos de las camisas tenían que ser estrechos y con el ángulo abierto. Casi todos nos doblábamos las puntas hacia adentro y los que tenían madre o alguna amiga que supiera coser se las hacían coser permanentemente para mejor imitar el estilo de los libertinos eduardianos. A ello se añadía una corbata unicolor anudada con doble lazo. Yo estaba muy orgulloso de una corbata americana muy ancha, en tonos amarillo y rojo oscuro con una estilizada rosa en el centro.

"El cabello se llevaba peinado hacia arriba por delante y el resto cepillado y cruzado por detrás. Los verdaderos "faisanes" completaban el atuendo con una gorra de paño airosamente encasquetada y abultada en la parte de atrás mediante un relleno de papel de periódico. Antes de entrar en alguno de los locales que solíamos frecuentar, teníamos por costumbre escupir en las palmas de las manos y alisarnos el grasiento cabello. Cuando surgía alguna pelea, el suelo de los cafés quedaba cubierto por las bolas de papel de periódico de las gorras de los "faisanes."

"Toda mi erudición "faisanística" la adquirí a través de Adam Fiut, jefe de la banda del barrio. Adam, hijo de un contratista cuyo negocio se había librado hasta entonces de la nacionalización, era un "gamberro" muy pendenciero que causaba muchos quebraderos de cabeza a sus padres. A cambio de sus enseñanzas, yo desperté su interés por el cine y el teatro.

"Con mi atuendo de "faisán", solía frecuentar los lugares que permitían vislumbrar fugazmente el mundo occidental... trayéndonos un soplo de aquel exotismo que a mis amigos y a mi nos seducía entonces mucho más que la grisácea monotonía de la Polonia comunista. Uno de tales lugares era el llamado Club de Prensa y Literatura de Cracovia, una biblioteca y sala de lectura en la que uno se podía tomar un café y hojear, además de un puñado de periódicos extranjeros políticamente aceptables como, por ejemplo, el diario comunista francés L'Humanité y Les Lettres Françaises, revistas deportivas como Miroir-Sprint, con sus fotografías a toda plana de ases del ciclismo como Louison Bobet y Hugo Koblet.

(...)

"Pocas eran las películas extranjeras que pasaban por el tamiz de la censura polaca en aquella gélida fase de la guerra fría, pero las que lo conseguían, eran como un filtro embriagador de lejanas regiones. Una de ellas, titulada Sans laisser d'adresse, una delicada y sensible comedia cuya acción transcurría en la orilla izquierda del París de postguerra, era una de nuestras preferidas. Su inquietante tema musical, La fiancée du prestidigitateur, cantado por Julieta Greco, se convirtió en nuestra música de sintonía... en algo que parecía evocar toda la magia que echábamos de menos en nuestro desolado ambiente."

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Fragmento de "Roman por Polanski" de Roman Polanski. Editorial Grijalbo. Barcelona. 1984. Traducción de Antonia Menini.

Roman Polanski (1933-) es uno de los directores fílmicos más célebres. Nació en París, pero se crió en una colonia judía en Cracovia, Polonia, en medio del Holocausto en la Segunda Guerra Mundial. Tras hacer teatro y rodar algunas películas en territorio europeo -Cuchillo en el Agua (1962) fue filmada en su país natal, mientras que Repulsión (1965) o Cul-de-Sac (1966) son ahora clásicos de cine británico- se mudó a los Estados Unidos. En 1968 se casó con la actriz y modelo Sharon Tate, además de rodar la célebre Rosemary's Baby, adaptación de la controversial novela de Ira Levin. En 1969, Tate fue brutalmente asesinada por La Familia, una secta liderada por Charles Manson. Tras el shock, Polanski regresó al cine en 1971 y tres años después filmó su obra maestra, Chinatown (1974), con Jack Nicholson en el estelar. En 1977 fue acusado de mantener relaciones sexuales con una menor y se auto-exilió en Europa, donde hasta ahora reside y en donde ha dirigido más de diez películas y recibido numerosos premios, incluyendo un Oscar en 2002 (que, por supuesto, no fue a recoger, pues sería arrestado de pisar suelo americano.)

17 junio 2009

Sin aliento...

Estación Lionel-Groulx. Un martes. 6:48pm.
Salgo del tren. Conmigo bajan decenas de pasajeros. Cambio de línea, de la naranja a la verde. Un busker toca algo en su guitarra. Canta. Conozco la canción, pero no logro descifrar cuál es. Eso me mantiene ocupado mientras espero, impaciente, el siguiente tren. Faltan diez minutos y tengo qué llegar a la estación Place-des-Arts si quiero alcanzar la película. Y no sólo eso. Falta caminar por la calle Bleury hasta llegar al Cinéma Du Parc y llegar a tiempo para comprar mi boleto. ¡Y el tren no llega!


Estación Peel. 6:55pm.
El vagón en el que viajo va casi vacío. Qué bueno. Así al menos puedo sentarme. Saco del bolsillo de mi abrigo el libro de Ian Fleming que estoy leyendo, pero no puedo concentrarme. En una pantalla, justo frente a mi asiento, anuncian las noches de jazz de un bar que tengo ganas de visitar – ojalá no pidan identificación. Luego, el anuncio del concierto de B.B. King en la ciudad. Me alegro de ya tener un boleto. Al fondo del vagón, a mi derecha, dos personas discuten a gritos.

Mientras, me pongo a pensar en esa canción que tocaba aquel hombre. ¿Qué era? ¿Nick Drake? No sé, sonaba más a Tim Hardin. Aunque estando acá, seguro que era una de Leonard Cohen, el orgullo local, una que no recuerdo muy bien…


Estación Place-des-Arts. 6:58pm.

Me bajo del tren. Corro hacia la salida de la calle Bleury y trato de caminar lo más rápido posible hasta el Cinéma du Parc. A partir de ese cruce que acabo de dejar atrás, la calle Bleury deja de llamarse así y se conoce ya como la Rue du Parc. Falta poco. Un minuto y estoy allí.

De un salto bajo los escalones que hay qué bajar para llegar a la entrada del cine. El sujeto de la taquilla tiene cara de pocos amigos.

-Un billet, s’il vous plait…


Sala 3. Cinéma du Parc. 7:02pm.

Llego tarde a la sala, porque ya están los cortos. Anuncian Manhattan de Woody Allen y por ningún motivo me la perderé. Luego, un avance de Repo Man, ¡por eso es que me encanta venir al Du Parc! Giro la cabeza. No hay mucha gente en la sala, unas ocho o nueve personas más, tal vez.

Comienza la película. Silencio, por favor.



A la salida del Cinéma du Parc. 8:50pm.
Salgo de la sala. Algunas personas que salen conmigo van comentando la película en inglés. Yo estoy simplemente impresionado. Alcanzo a escuchar algunas opiniones en mi camino hacia la calle. Un sujeto dice que le ha parecido bastante mala la película, otro le responde que “debe entender la época”. A mí me interesa poco. Acabo de ver, en pantalla, la cosa más cool de todo lo que he visto. Me es difícil explicar por qué. Pero sé que algo pasó ahí dentro de esa sala.

Camino por la calle Parc hasta que de nuevo se convierte en Bleury. Las tiendas están ya cerradas. Hay poca gente vagando. Me dirijo a la estación Place-des-Arts para tomar el metro de regreso a casa y noto algo extraño: voy caminando mucho más erguido y con pasos decididos. Siento que voy dominando la calle. Imagino gente en las esquinas; los maniquíes son chicas que no pueden evitar mirarme. Comienzo a tararear algo, no sé qué; saco de mi bolsillo el libro de Ian Fleming. Lo porto bajo el brazo, paso el pulgar sobre mis labios, arreglo mi cabello corto pero despeinado mientras doy pasos cada vez más largos…

Llego a la estación y miro alrededor. Hay aún mucha actividad, mucha gente con miradas cansadas y bolsas de plástico llenas de cosas. Espero el tren. Cada movimiento de las personas que me rodean me dice cosas, todos quieren gritar algo… yo ya no necesito eso. Mi cabeza sigue en las escenas de la película –todo tiene tanto sentido dentro de ese mundo blanco y negro del que acabo de salir… ¿o al que acabo de entrar? –, en una tonada imposible, en un ritmo frenético. Y todo eso comienza a tener sentido también en mí, en el mundo “real”, cruel y adolescente en el que vivo. Acabamos de cruzar un nuevo milenio, ¿y cómo es que algo así me habla tan fuerte y tan claro?

Sí, estoy enamorado de Jean Seberg, quién no. Ella es ideal y sé que soñaré con ella. Pero quiero ser como Belmondo.

De pronto muchas cosas hacen clic en mi cabeza. Godard, el artífice del film, hace perfecto sentido al lado de mi libro de Ian Fleming, de ese disco que me robé del estante del padre una amiga, de ese boleto para B.B. King y de A Hard Day’s Night. Todo va a un ritmo, un ritmo que me gusta, vital y necesario. Un ritmo que es una necesidad, un impulso sin el que moriría. Sí, todo tiene sentido. Comienzo a ver claros los trazos en el lienzo. Comienzo a ver que, dentro de todo, si algo es elocuente de verdad es eso que tiene Belmondo: estilo.

He quedado sin aliento.

Llega el tren y me subo. El mundo alrededor ha cambiado. Qué importa si estoy en un vagón sucio y ruidoso, yo le doy brillo porque puedo. Cada chasquido de dedo, siguiendo la melodía en mi cabeza, es un corte godardiano en la película de mi vida. Película que, por cierto, ha comenzado en la vida real, justo al terminar otra en la pantalla.


-Esteban Cisneros

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Publicado originalmente en la red de Ecos de Sociedad
(http://www.ecosdesociedad.tk/) como capítulo 25 de "En el sol".

14 junio 2009

'Françoise Hardy' por Ivan Brunetti.

Ivan Brunetti (Italia, 1967) es un nombre que los fanáticos del cómic sabrán reconocer. Su estilo sardónico es imposible de pasar por alto. En el mundo de Brunetti, afincado en Chicago, no existen los superhéroes, sino los individuos que, día a día, se enfrentan con la rutina, la cotidianeidad, las ciudades, el infierno del otro y las dudas existenciales. Así como suena, hace unos cómics divertidísimos. Geniales. Imposible dejar de mencionar el paralelismo temático de Schizo, su publicación más conocida (a lo largo de 12 años se han impreso 4 números) con el trabajo de Harvey Pekar, quien incluso le incluyó en 2006 en la antología The Best American Comics, de la que fue editor.

Brunetti es además un fanático de la música y de Charles Schulz, un obsesivo de la literatura y un pesimista que, sin embargo, gusta de reirse con la tragedia (otro de sus trabajos se titula Misery Loves Comedy), lo que también traza una línea al mundo de Woody Allen y sus extraños personajes.

Reproducimos aquí un cartón de Brunetti sobre Françoise Hardy, una de nuestras chicas favoritas ever. Imperdible. Uno de los varios cartones "biográficos" que ha publicado. Sólo resta decir: Brunetti es lo puto crack. Véalo usted mismo.

(Hacer click AQUÍ para agrandar imagen)