29 octubre 2009

La vida es una mix-tape*.

Uno de los placeres (o deberes) más grandes de un musicómano es hacer una recopilación para sus amigos o conocidos. Antes se hacían cintas, tapes. Había de 60 o 90 minutos, cuyos lados A y B debían ser llenados de éxitos infalibles. Mix-tapes. Ahora son CD-R’s en los que uno tiene la opción de grabar 70 y tantos minutos de música para escuchar en el estéreo, el auto o el discman… o quemar 100 y tantos mp3's para ser manipulados como sea. La segunda opción me gusta menos, sin duda, porque una recopilación debe consistir en un esfuerzo auditivo y emotivo que logre condensar en 22 canciones toda una gama de sensaciones pop.

Que conste que seguimos insistiendo en los discos. El iPod le quita romanticismo a todo.

Sí, es duro, pero a veces una mix-tape es la única manera de poder expresar algo, cuando no se tienen palabras. Hay un chiste... Le preguntan a un chaval si puede describirse en una frase. Su respuesta: "¿Puedo citar a alguien más?" Suele suceder. O como dice el personaje de esa maravillosa película (basada en el maravilloso libro de Nick Hornby) Alta fidelidad, interpretado por John Cusack, y parafraseo: “Es delicado, porque hacer una recopilación es usar poesía ajena para decir lo que tú quieres.” Y cómo no. Nadie puede decir las cosas mejor que Leonard Cohen o que Tim Hardin.

Hacer una mix-tape es todo un arte, que como casi todos está perdiéndose poco a poco. Se requiere de conocimientos, sensibilidad y, por supuesto, una extensa colección de discos. Porque no sólo se trata de recopilar una serie de canciones. Eso puede hacerlo cualquiera con una grabadora o un quemador de discos. Una verdadera mix-tape puede ser un trabajo de horas, de días. Tiene sus reglas. Requiere de un toque maestro y de un oído educado.

Una buena mix-tape es coherente. Aunque es cierto que cada recopilador pone sus reglas, deben ser muy claras. El mismo Nick Hornby sugiere algunas en Alta fidelidad: no puede haber dos canciones seguidas de un mismo intérprete, a menos que la cosa vaya en pares y haya dos de cada artista; una revoltura de géneros incoherentes o contradictorios podría ser un problema, lo mismo pasa si se revuelven épocas musicales sin criterio; no puede juntarse música negra con música blanca, a menos que la blanca suene como negra; y así. Además, claro, de cuidar que se preserve un ritmo, que pueda escucharse de corrido: comenzar con una canción gancho, que atrape a cualquiera, mantener el ritmo, luego bajar la intensidad para no fatigar, luego volver a subirla. Si hay una canción favorita, hay que enterrarla en la mitad de la mix-tape, porque de otro modo uno escuchará solamente el principio y estará satisfecho… Es todo un juego, genial, en que uno hace de DJ personal, de esos que salvan vidas, la propia tal vez.

Este juego es (¿o fue?) toda una cultura musical. Thurnston Moore, guitarrista de Sonic Youth, es uno de los mix-tapers más célebres. Incluso escribió un libro, MixTape: The Art of Cassette Culture, lleno de oscuras referencias, grupos para conocedores y canciones que cambiarán tu vida y aún no lo sabes. Un recuento extraordinario de las “andanzas” de un verdadero musicómano, de esos que pasan las horas grabando cintas de viejos discos de vinilo, que a su vez fueron encontrados tras horas y horas de intensa búsqueda, de sudor y sangre.

En tiempos no tan lejanos, aunque así nos han hecho creer, el intercambio de mix-tapes era una de las pocas maneras de acceder a música rara, nueva y emocionante. Antes de la Internet, las revistas musicales importadas, el vinilo y el cassette eran los únicos medios para enterarse de lo realmente bueno. Como en todo tiempo de privilegio, hemos perdido el piso al tener tanta información disponible y ya no nos interesa.

Una mix-tape tiene muchos usos, además, a pesar del iPod. Desde el uso personal, para llevar a alguna fiesta, para escucharlo una y otra vez, incluso para el auto o el discman (quien aún tiene uno) o como una cápsula de tiempo (encontrar una mix-tape tiempo después de realizada tiene un efecto de regresión increíble) y hasta para intercambio con otros musicómanos. Funciona (y está más que comprobado) para impresionar a la chica en cuestión: utilizando las canciones adecuadas caerá a los pies del verdadero musicómano. Primero te tildaba de nerd, chaval, y ahora no se zafa de ti.

La vida es una mix-tape. Está dicho.


-Esteban Cisneros.


*Texto publicado originalmente en El Heraldo de León, viernes 23 de octubre de 2009.