12 mayo 2010

Jack The Ripper.

Todo comenzó el seis de agosto de 1888 en Whitechapel, barrio pobre de Londres. Una mujer aparece violentamente asesinada, víctima de un diestro bisturí. El último día de ese mismo mes aparece otra mujer hecha picadillo en las mismas circunstancias. A partir de ese momento reina el pánico en Londres hasta el mes de noviembre, cuando aparece la sexta víctima y Scotland Yard anuncia que, con ayuda de un vidente, ha capturado al asesino: un médico, especie de Dr. Jekyll y Mr. Hyde cuya conveniente doble personalidad no le permitía recordar los asesinatos.

No se ha esclarecido la verdadera identidad del asesino. Hay teorías de que en realidad era un doctor, pero escapó a Argentina donde dedicó el resto de sus días a expiar sus culpas, e incluso se rumora que Jack el Destripador se trataba en realidad del Duque de Clarence, desequilibrado nieto de la mismísima Reina Victoria de Inglaterra. Como sea, esos cuatro meses de terror en Inglaterra han sido alimento de la cultura del horror en historietas, novelas, teatro, cine, televisión y, por supuesto, en la música.

*Jack the Ripper - Screamin' Lord Sutch

Es aquí donde entra un tipo espectacular en todos los sentidos. Poco le importó que sus padres le pusieran David Edward Sutch: tras escuchar a Screamin' Jay Hawkins decidió llamarse Screamin' Lord Sutch, 3rd Earl of Harrow. Fue el primero en convertir un concierto de rock en show del horror (toma eso Alice Cooper.) Iniciaba sus conciertos vestido como Jack el Destripador, saliendo de un enorme ataúd negro. Fue creador de Radio Sutch, una de las radios piratas londinenses, donde pasaban música alternada con Mandy Rice Davies leyendo El Amante de Lady Chatterley. ¿Aún no se convencen de que es un tipo genial? En su tour por Estados Unidos viajaba en un Rolls-Royce desde el que vendía amplificadores Marshall. ¿Más razones? Muy bien: además de todo esto fue activista político y fundó el Official Monster Raving Loony Party.

En 1963, vestido como Jack the Ripper, revive al asesino serial con una canción en la que un vampiro toca las tres notas en la guitarra y las mujeres del coro gritan de terror. La canción producida por Joe Meek es simple pero derrocha la actitud, el concepto maníaco, terrorífico y divertido que Screamin' Lord Sutch representa.

Muchas son las bandas que han incluído a Jack the Ripper en su repertorio, pero hay tres que destacan:

The Fuzztones no solo tienen el mejor cover de la canción (que es parte de su álbum Monster A Go-Go de 1992.) Aparentemente ellos dictaron la manera en que se harían los demás covers al cambiar la base y sustituírla con el tema de Peter Gunn de Henry Mancin
i. Curiosamente la banda tiene un disco con Screamin' Jay Wawkins titulado Screamin' Jay Hawkins and The Fuzztones Live (Midnight Records.)

La versión de The Horrors es digna de mencionarse. En 2006 sacaron el sencillo Sheena is a Parasite en cuyo video la actriz Samantha Morton (Minority Report) se convulsiona y levanta su vestido de donde salen tripas con vida propia que se proyectan a la cámara. El lado B es su versión de Jack the Ripper, que le da sentido a la broma del lado A y suena bastante bien.

White Stripes. La tocan en vivo y de chistosada, pero qué diablos, es buena.

*Otras canciones llamadas "Jack the Ripper"

Jack the Ripper de Link Wray and his Ray Men es un buen viaje de early surf. Un buen guitarreo con la batería que nos recuerda a Wipe Out.

El incomprendido Morrisey tiene también su Jack the Ripper, en la que aparentemente acecha a una chica y sufre mientras lo hace. ¡Qué diablos! La verdad sí me gusta, pero advertencia: hay que estar en el ánimo adecuado.

Nick Cave and The Bad Seeds, Jack The Ripper. Rock alternativo e intenso. Not my cup of tea, pero si quieren ver australianos haciendo incomprensible headbanging, adelante.


LL Cool J:

Milky, and I'm back
My ace in the hole was this brand new track
I'ma slow it up and speed it up and now you're gonna eat it up
Listen to the funky beat, my tongue is gonna beat it up...
Here's what my game is, kill is what my aim is
A washed up rapper needs a washer, my name is--

Jack the Ripper
Jack-Jack-Jack the Ripper
Jack-Jack, Jack-Jack, Jack-Jack, Jack the Ripper


¿Algo más que decir?

Claro que hay más. Se aceptan aportaciones a la lista. La terrorífica historia de Whitechapel sigue inspirando canciones, para bien y otras veces para mal (hay "canciones" terroríficas con el mismo nombre, pero no me atrevo a ponerlas en este blog de buen gusto.) No creo que alguien supere la de Screamin' Lord Sutch en algún momento próximo, pero eso es solo mi opinión. En fin, si hay que encontrarse un Jack... mejor que sea Daniels.


-Don Camisa.

08 mayo 2010

Maravillas del mundo moderno: Death By Chocolate.

Qué dulzura. Una intoxicación a muerte. El chocolate es una droga. Como la música.

Death By Chocolate hace honor a su nombre. Es dulce, dulcísimo, pegadizo, colorido. Una fiesta. Pura buena onda. Death By Chocolate, si estás perdido, es un grupo británico liderado por Angela Faye Tillet, una chica que vive en un universo paralelo, o en otro tiempo, en el que se puede dar la vuelta al mundo en un Bentley Corniche, desayunar con leche y chocolate, tener un guardarropa Mary Quant para cada día de la vida y cualquier problema es resuelto por John Steed y Emma Peel, los Vengadores. Tras ella, seguramente en trajes entallados de colores brillantes o camisas paisley de brillo obsceno, tres desquiciados llamados Jeremy Butler, John Austin y Matty Green tocan instrumentos viejos, instrumentos de juguete y guitarras con pedales wah-wah (estrictamente Vox.)

Angie Tillet (Canterbury, Kent, 1981), además, está obsesionada con la Ole Britannia de mediados de los 60. Pero no con el Sargento Pimienta. Sino con Dudley Moore y Peter Cook, los autos Bentley, los botines Chelsea, El Prisionero, las novelas de Leslie Charteris, la psicodelia de chicle bomba (mira a Emily jugar) y el Ready Steady Go. Desde su proyecto anterior a DBC, Lollipop Train, ya nos había bombardeado con una música tan dulce, tan poco mala leche, como el terrón de azúcar para el té de las 5. Y, claro, con referencias a las cosas que le gustan –las cosas que le importan, mejor dicho– como series añejas de fido (Los Vengadores), sus películas favoritas (Midnight Cowboy) y la música con la que creció (hay una notable versión de Lollipop Train a The Porpoise Song de la etapa más desquiciada de los Monkees o su exclamación en Teenage Trifle, “Country & Western… ugggh!”.) Todo esto, claro, con un sonido bubblegum no apto para garruletes de fin de semana: órganos, guitarras vintage, teclados de juguete, xilófonos, panderetas, en un embrollo casi infantil con una voz muy twee que a veces canta y, las más, recita con la convicción del niño callado de la clase que tiene la oportunidad de su vida de patear el trasero del bully de turno.

Pero la mente maestra detrás de DBC es el productor Mike Alway, quien seguramente tiene su propia religión entre fanáticos del bubblegum y del twee, fundador en los 80 de, nada más, Cherry Red Records, Blanco y Negro y de El Records, todos sellos de culto entre los entendidos de la música feliz, pero sardónica. Su filosofía, reemplazar el dinero con imaginación. Esto es The Real Indie, ingenuos.

Las primeras demos de DBC aparecieron en una recopilación, Songs for the Jet Set, Vol. 3, de Siesta Records. Un éxito. El primer disco, homónimo, salió en 2001. Más que una colección de canciones, es una de viñetas de imaginación desbordada: aquí un pequeño poema, así que callad sus guitarras, chicos, dejad oir; acá un jazz instrumental que bien podría ser el soundtrack de una escena de Bedazzled. Hay sensacionales versiones como esa a Magpie, tema principal de una serie infantil de ITV o la completa re-hechura de My Friend Jack, ese clásico subterráneo de los geniales The Smoke; también está allí el homenaje a Cooke & Moore, L.S. Bumble Bee, un clásico de la comedia británica y If You Want To Sing Out, el himno que el Cat Stevens pre-Islam escribió para Harold and Maude (1971), esa gran película de culto de Hal Ashby.

Ahí está, también, el surrealismo a lo Dalí, el misterio de una película de agentes y el vértigo de una caper movie. Ahí están la Novicia Voladora y los poemas infantiles, la puerta abierta a la tierra del chocolate de Willy Wonka, pero también la tableta de ácido con figuras caleidoscópicas y una perversa mezcla de lo perturbador de los malos viajes de Lewis Carroll y la pop aesthetics de Alex y sus drugos.

El segundo LP, Zap The World, de 2002, es una secuela desinhibida e igual de dulce. La canción titular es una versión del tema de la villanita de la serie infantil H. R. Pufnstuf; los recitales de poesía absurda continúan, lo mismo que los homenajes a Lo Que Hace Que Todo Valga La Pena, como las bebidas de viernes por la noche (Bibi Gin, si no, nada), el cereal de la mañana de sábado (tiene que ser Cinnamon Grahams), los pedales Vox (¡hacen que tu guitarra suena como cítara!) Pura vida. Ahí está de nuevo John Steed con su bowling hat salvando el día, los patrones op art de Bridget Riley, la fascinación sixties por Todo Lo Hindú y, claro, canciones nostálgicas del Swinging London, incluida una versión de While I’m Still Young, de la cinta Smashing Time (1967) con Rita Tunshingham y Lynn Redgrave, un chick flick esencial. Ahí están los ecos de The Electric Prunes, del bossanova de lounge, del jazz sofisticado de fiesta de coctel, puro color. La cosa es francamente quite quite fantastic, más si se acompaña con un Martini, un frasco lleno de lunetas de chocolate, una buena alfombra, un buen equipo de sonido (hi-fi aficionados) y, de ser posible, buena compañía.

Hasta hoy, DBC sólo tiene esas dos placas. Son suficientes. Consíguete el plato de plástico, ponlo en la tornamesa y gíralo. A splendid time is guaranteed for all.



-Esteban Cisneros

*Texto publicado originalmente en El Heraldo de León, viernes 7 de mayo de 2010.

02 mayo 2010

GrooBeats Soundsystem DJ Session, este viernes.


Ahí nos vemos.
Los organizadores y GrooBeats SoundSystem anuncian que el SÁBADO 8 DE MAYO DE 2010 habrá una segunda DJ Session, en el mismo lugar, Phanté Campestre, a partir de las 10 de la noche.