No son obras maestras que ganaron estatuillas. Tampoco películas que aparecen en listas de Lo Mejor De ni en libros de ceja alzada. Pero son cinco películas pop para weekends lluviosos. Cinco películas no aptas para exquisitos. A disfrutar, guarros.
Muy en el tono del cine pop más descarado y explotador de William Klein, Erotissimo es una delicia. La anécdota es la de siempre en esta clase de sexicomedias: una esposa middle class/middle age echa de menos un poco de excitación en su vida. El esposo es un exitoso empresario que le pone muy poca atención. Y lo que sigue, una serie de enredos propia de cualquier película cutre de domingo. Pero visualmente es una maravilla: pop, op, chicas de revista de moda late sixties (y algunas de publicaciones adults only) por doquier, melenas, psicodelia, sexo vin-ta-ge, ridículos gadgets, mueblería de catálogo y ropa de esa que salía en las fotos de Vogue. El humor es simplón y muy, muy francés (anti-galos, absténganse), con clara herencia de los flicks más ligeros de la nueva ola, pero al final funciona muy bien. Es una comedia liviana para una tarde tranquila; se ve muy bien con un trago estiloso y buena compañía. Para los muy clavados, Serge Gainsbourg aparece en un brevísimo cameo. Trailer acá. Consíguela acá.
Dos palabras: Guy Peellaert. La película es toda extraordinaria, pero lo que más destaca son los dibujos del genio de los tebeos y la ilustración. Y es que Jeu de Massacre (o The Killing Game, en inglés) va de caos y creación, con un impecable Jean-Pierre Cassell (ídolo) y una brillante Claudine Auger post-James-Bond, una historia llena de tensión y una estética pop que enamora: es a la vez un thriller, una caper movie, una comedia negra y una historia de crimen. Los personajes, un ménage-à-trois formado por un escritor de tebeos, una dibujante y un extraño personaje que manipula la trama maquiavélica y sádicamente. A veces parece una película de la mejor época de Chabrol; a veces, un filme de desvergonzada explotación, la casi-poesía de lo cutre. Pero entonces comienzan a aparecer las sensacionales ilustraciones de Guy Peellaert que no sólo funcionan en lo visual, sino que son parte integral de la narración. Pura adrenalina. Unas cuantas escenas acá, acá y acá. Consíguela acá.
Radley Metzger, ese infame realizador de cintas sucias, es un nombre importante entre los entendidos de cine basura. Su última película de porno suave fue The Lickerish Quartet, muy al estilo de su legendaria Camille 2000: escenarios ostentosos, triángulos amorosos y mucha piel. Como en todo el universo Metzger, este film está repleto de pervertidos, voyeuristas y mujeres fatales: una pareja invita a su mansión a una chica a la que creen haber visto en una película pornográfica. Lo que sigue es un cuadrado de amor bizarro entre la chica y el marido, la esposa y el hijo. De atmósferas oníricas, la película se toma muy en serio el rollo de la confusión entre realidad y fantasía, aunque no es lo que la hace memorable: se pone mucho mejor cuando Metzger saca lo chulo y lo guarro que tenía, que era mucho. Todo esto funciona, por supuesto, por estar tan llena de decadencia, de perturbadora sofisticación y de la sórdida y exquisita música de Stelvio Cipriani. Sexy as fuck. Para verse a la medianoche, de preferencia en posición vertical. Trailer acá. Consíguela acá.
En Peppermint Frappé, una Geraldine Chaplin resplandeciente (y en doble papel) es el oscuro objeto de deseo de José Luis López Vázquez, que hace de un médico maduro, soltero y obsesionado con una mujer a la que conoció tiempo atrás. Pronto confunde a la nueva esposa trofeo de su mejor amigo con ella y comienzan los problemas. Carlos Saura logra con este trabajo, uno de los mejores de su primera etapa, una pequeña obra maestra hitchcockiana, aunque dedicada a su mentor Luis Buñuel. Una muestra de que el nuevo cine español, que bebía del film noir americano, de las vanguardias del celuloide y de la nueva ola francesa, podía ser complejo y estimulante. Peppermint Frappé sugiere, como título, una película que aprovecha la fiebre pop de finales de los 60. Nada más alejado. La historia está enmarcada en una época específica, pero no se valía de ella para gustar ni para atraer público joven a la sala. Es una película clásica, con sutiles toques de humor, de esas que hay que ver sí o sí. Como extra, las canciones fueron compuestas por Teddy Bautista e interpretadas por Los Canarios. Abre los ojos. Trailer acá. Consíguela acá.
She Killed in Ecstasy, como se le conoce mejor, es, posiblemente, la obra maestra del desquiciado Jesús Franco. Amo del cine de explotación, con una carrera de cientos de películas repletas de culos, tetas y pitos, ha sido siempre también un esteta y un estilista a ultranza. Ecstasy no sólo contiene a Soledad Miranda en todo su esplendor (es una cinta contemporánea a Vampyros Lesbos), también es una película de venganza en la que cada encuadre parece una ilustración de tebeo. Un científico que experimenta con humanos es expulsado de una sociedad científica y puesto en vergüenza, tanto que decide suicidarse. La esposa, Miranda, decide vengarse de quienes empujaron a su hombre a ese final. Sexy, colorida, cutre, Ecstasy es una chef-d'oeuvre del cine serie B de principios de los 70 en Europa, situada en lujosos castillos y hoteles decadentes. Jesús Franco, voyeur y pervertidazo, se dedicaba a hacer películas que a él le gustaría ver: chicas, vampiras, mujeres fatales en ropas mínimas, bebiendo cocteles, fumando, recostadas en habitaciones de colores chillantes y ángulos extraños. Un fragmento acá. Consíguela acá.
2 comentarios:
uhm,la unica que he visto es la de Carlos Saura y es curioso porque siempre odie esa maldita cancion hasta que un buen dia,me gusto...Habra que investigar en las demas,asi que,genial!
Saludos "Trampa" Excelente post peliculero!, espero que puedan pasar a mi Blog a ver que les parece
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